
¡Odio las resacas!
Odio ese volver a la realidad más cruda, odio ese abrir los ojos después de soñar, odio después de esa vorágine volver a la calma con el pelo revuelto, la cabeza en los pies y descolocada.
Recuerdo la primera vez que me arrastró y revolcó una, era aún una niña, no sé si dí una vuelta o más, se me fué el bikini, y perdí la orientación completamente, sin saber si el cielo quedaba arriba o abajo , claro el momento de antes, de estar saltando las olas fué estupendo.
También recuerdo otras resacas, la primera o de las primeras, me dejó un recuerdo olfativo, y de gusto tan grande que el moscatel no lo he vuelto a probar.
Y como no las resacas simbólicas que suceden después de un gran acontecimiento o una gran alegría o euforia y antes de la vuelta a la calma, ese momento como de vértigo, de caída, como que se sube el estómago a la garganta, como que se rompe todo para volverse a recomponer…
A día de hoy las primeras me quedan lejanas, soy más mayor, me marean más los revolcones, se curan peor los raspones por tanto tengo mucho más cuidado en el mar; las segundas estoy contentísima de que también me empiecen a quedar lejanas, aunque nunca quiero olvidarlas…dejé de beber y no volveré.
Las últimas, ahí están y estarán, al menos eso espero. Esa bajada, después de una subida, ese brusco frenazo en ocasiones antes del llano…estas olas y vaivenes de la vida
Y colorín colorado esta reflexión o que sé yo como llamarlo se ha acabado.