Eneco

Tengo 32 años y llevo abusando del alcohol desde que tenía unos 16.

Nunca he sido bebedor diario, siempre lo he sido de fin de semana. Empecé en la adolescencia y post-adolescencia, bebiendo siempre hasta la borrachera. Y es que nunca he sido capaz de beber con moderación, no recuerdo una sola noche en que eligiera beber un par de cervezas o copas e irme a casa: si empezaba tenía que seguir hasta el final.

Estoy seguro de que quien lea esto lo comprende, comprende ese sentimiento impulsivo. Tras todos estos años he llegado a un punto horrible. En cuanto al acto de beber en sí mismo: Voy al bar para beber, las conversaciones y la gente ya ni me importan, son como accesorios para mi borrachera. Solo me concentro en el alcohol, me da igual estar solo o acompañado.

Pero cuando estoy acompañado mis conversaciones son espantosas, me siento un personaje ridículo, siento que la gente que conozco del bar no conoce mi verdadero yo, que solo conocen al personaje patético que el alcohol ha creado. Un personaje que sé que no me representa, que no muestra mi verdadera labia, ni mi verdadera perspicacia o inteligencia, ni mi empatía, solo se tambalea y bebe por egoísmo teniendo conversaciones estúpidas y haciendo el ridículo a pasos agigantados a medida que pasan las horas.

No bebo para divertirme, eso quizás fue así a veces, ya no. Bebo porque el alcohol es droga, una droga que te hace estar vivo sin estarlo, olvidarlo todo durante unas míseras horas, para cargarte de problemas el resto de la semana, llevándose como un huracán tu salud física y mental, y tu dinero.

En cuanto al periodo después de haber bebido: El primer día de resaca soy un ser humano inútil, sin capacidad de atención, sin capacidad de concentración, sin habilidades, sin energía, incapaz de relacionarme y prácticamente de moverme. Solo soy capaz de estar tumbado deseando que se acabe ése tormento. Me pongo a pensar cómo reaccionaría a una desgracia imprevista en ese estado y me invade la ansiedad por saberme atrapado en la inmundicia y la inutilidad. El segundo, tercero, cuarto, y hasta quinto día tras haber bebido, aún sin ser como la resaca del primer día, mi mente sigue estando muy tocada, no soy yo.

Al dormir mis sueños son horribles. Mi estado de ánimo se vuelve una montaña rusa, paso de la alegría irreal a la depresión absoluta en horas o minutos. No controlo mi mente, me invaden recuerdos desagradables, conversaciones desagradables, la ansiedad vuelve por culpa de situaciones ridículas o por lagunas que me impiden recordar. Me afecta a la concentración, sigo apático, estoy extremadamente irritable. Hoy hace un mes que he decidido salir de esta espiral de autodestrucción mental, porque estoy harto de ser débil, de estar a merced de esta sustancia parasitaria que me está absorbiendo la vitalidad, la energía y la iniciativa, porque estoy harto de autoboicotearme, de meterme palos en las ruedas, porque quiero ser libre.

Ánimo a todos los que tomen esta decisión, todo está en nuestras cabezas.