MI CAMINO AUN NO ACABA / Julio Alberto Gómez Pescador

Desde que deje de consumir cocaína veo el sol todas las mañanas salir, a sido un camino muy largo para estar como estoy al día de hoy. Pero estar como estoy hoy en día era lo que me propuse cuando me diagnosticaron la enfermedad de la adicción.

Mentiría si dijera que a sido fácil caminar por el camino de la desintoxicación, pero sin duda todos los días cuando me despierto se que fue lo mejor que he podido hacer en lo largo de mi vida, poner le freno a mi abuso con las drogas.

Mirar a la derecha y ver a mi precioso hijo Juan Pablo, giro la cabeza hacia la izquierda y a mi pareja, Támara. Esto no lo podría a ver tenido nunca si no hubiera puesto fin a mi adicción, mi familia no es sólo el fruto de lo que en su día sembré.

Salir de cualquier adicción es posible, difícil, pero no imposible eso esta escrito en todos los manuales y libros.

Cuando empiezas a ver el nuevo camino es como si volvieras a nacer o al menos así es como yo me sentí, explore sensaciones que por culpa de la droga no sabía ni que existían ni que las tenía o perdí. Yo al día de hoy no llevo a la espalda ser un ex adicto, eso no me impide hacer nada al contrario, a ver abandonado todo eso y a ver luchado, día a día me doy cuenta de que fue una temporada que igual que iba hacia arriba, venía un día de pronto y en cuestión de minutos estaba ahí abajo. Pero trabajando mucho y esforzándome a diario supe controlar mis tirones, me enseñaron a que automáticamente usara la mejor medicina, la llamada telefónica.

La cual no dudé en utilizar siempre que la enfermedad tocaba a mi puerta, fuese la hora que fuese. Para poder poner los dos pies fuera de ese mundo se necesita mucha valentía, valentía que todos tenemos. Que la droga, bebida o juego es lo que nos descapacita, nos hace perder todo aquello que en su día costo, la felicidad nos la borra de nuestras vidas. Pero vale más el luego mirar hacia atrás y ver que sea a logrado, que el pulso se puede ganar cuando uno realmente quiere.

Para despedirme quería poner una frase que utilizo en mi libro: hay gente la cual un día se despierta y les dicen, tienes CÁNCER. Y hay otras personas que nos causamos una enfermedad aún sabiendo lo que nos puede causar lo que hacemos.

Introducción

Me llamo Julio Alberto Gómez Pescador, nací en Valencia el 3 de julio de 1989 y por mi mala cabeza caí en lo más hondo, me refugié en las drogas y las fiestas sin límite. Y eso trajo consigo los problemas policiales y judiciales, la pérdida de varios trabajos, una familia destrozada y una juventud echada a perder. Me supo atrapar, me desviví por ella, solo me faltó jurarle amor eterno. Una vez estuve apartada de ella, pensé que iba a ser una ruptura definitiva, pero los problemas la llamaron de nuevo y cuando la droga apareció por segunda vez fue aún peor.

Gracias a mi familia, a la que hoy es mi novia y a la gente más cercana, he logrado darle una vuelta radical a mi vida. Pero no podría haberlo hecho solo, Pedro García Aguado y su programa “Hermano mayor” me abrieron los ojos para que esto fuera posible. En mi caso fui yo el que pedí ayuda, si eso no funcionaba tenía ya pocas razones para seguir adelante. Otros nombres también estuvieron muy presentes en este proceso de cambio, como el terapeuta Ricardo Giner, el cual me ayudó y orientó cuando me trasladé a Valencia para comenzar mi desintoxicación.

Mi adicción a la cocaína y la marihuana me llevó a vivir situaciones extremas, que vistas en la distancia resultan vergonzosas. Traté a mis padres como se trata al peor enemigo, pero ellos a pesar de todo estuvieron siempre conmigo.

Contando mi historia lo único que pretendo es hacer ver a aquellos chavales que piensan que las drogas es un juego, que no es así, que de esta partida, cuando ya está avanzada, no te vas cuando quieres y que lo que al principio parece divertido termina convirtiéndose en un infierno. Las drogas y el alcohol te enganchan, te hacen sentir esclavo de ellas, por no contar los trastornos que generan a corto y largo plazo y la ruina, no solo económica, en la que te hacen caer.

En el año 2010 comenzó mi proceso de cambio y aunque han sido muchos los baches que he tenido que superar, hoy en día me siento orgulloso de lo que he conseguido y más cuando jamás pensé que iba a tener la fortaleza para superar mis adicciones. Yo sé como son las dos vidas y sin duda me quedo con la de ahora. Tendré problemas, todos los tenemos, pero nada tendrán que ver con sustancias externas que te alteran el estado y te hacen ser otra persona.

Ahora además no solo tendré que cuidar de mí mismo, sino también de una personita que ha llegado a mi vida y por la que lucharé día a día, minuto a minuto, mi hijo.

Prólogo

Este es mi primer prólogo y solamente este hecho ya sería razón suficiente de alegría pero en este caso la emoción es doble. Además de alegre me siento enormemente orgullosa del autor de las líneas que prosiguen estas que lees.

Conocí a Julio en octubre de 2010. Era el segundo caso que grababamos en la tercera temporada de Hermano Mayor. La primera vez que lo vi me impactó su mirada. Era un chaval de apenas cincuenta quilos pero con un par de ojos que transmitían tantas cosas que difícilmente podrían medirse en una balanza. Estábamos en lo alto de uno de los miradores de la enigmática, casi marciana, isla de Lanzarote. Mientras escribo estas líneas y me dejo llevar por mi memoria no encuentro mejor paraje para describir lo que ese muchacho me estaba transmitiendo mientras hablaba con él.

Pisabamos tierra árida, seca, polvorienta, casi desierta y esa precisamente era la manera en la que Julio se mostraba ante el mundo y ante sí mismo. Rebelde y enfadado, con un carácter rudo, refugiado en el maldito mundo de las drogas para huir de esa realidad que le perseguía, que no acababa de aceptar ante la cual él creía no tener ningún recurso de afrontamiento. Nada más lejos de la realidad.

Detrás nuestro, el inmenso océano, brillante, lleno de vida con una línea de horizonte lejanisima que invitaba a adentrarse en él y navegar, sin soltar el remo, a pesar de la dificultad que entraña una aventura de tal calibre. Ésos eran los ojos de Julio. Un poco hundidos por su delgadez y la mala vida que había decidido darles pero más profundos y vivos que el mar que nos rodeaba. Valentía, eso es lo que vi y en eso me centré.

Sabía que llegaría el día en que decidiera tomar el timón. Y lo hizo. Lleva casi tres años haciéndolo.

Puede parecer que quienes nos dedicamos a los jóvenes seamos algo así como maestros que guían a su aprendiz para que encuentre el camino por sí solo. Visto de este modo, el aprendizaje parece tener una sola dirección, de nosotros hacia ellos. Y no es así exactamente. El caso que me ocupó hace tres años me ha demostrado una vez más que el maestro es muchas ocasiones es también aprendiz. Julio me ha enseñado, de él he aprendido una vez más que el ser humano es capaz de conseguir todo aquello que se proponga y él tomó esa determinación ese caluroso y húmedo octubre.

Desde entonces hemos seguido teniendo contacto, he visto su avance, sus momentos de debilidad pero en tres años jamás me ha mostrado un mínimo ápice de flaqueza y eso, querido Julio, es algo de lo que debo aprender a la fuerza. Siempre me has dado las gracias por lo que hicimos pero déjame que hoy sea yo quien te las dé a ti. Defiendo la máxima que se educa en el ejemplo y ahora el ejemplo a seguir eres tú.

No hay que buscar el sufrimiento ni sufrir inútilmente para aprender algo en esta vida pero está claro que si no sabemos sufrir bien, jamás aprenderemos. Julio ha sabido sacar provecho de las bofetadas de la vida como el que más y está empezando a recoger sus frutos. Un ejemplo de ello es este libro que tienes entre tus manos. No es más que el testimonio de un valiente, de un luchador para el cual rendirse no está en las reglas de su juego. Es el libro de instrucciones de una mala mano bien jugada. Las cartas que tenía entre sus manos no estaban a su favor, pero Julio las ha jugado con maestría.

Aún así, querido Julio, ten presente que es posible que el destino vuelva a querer que pierdas la partida y aunque no tenga el convencimiento absoluto porque dudo tenerlo en algo, sí que poseo una enorme confianza en ti porque sé que volverías a jugar como lo has hecho. De eso tengo la certeza.

Queda ya poco, por no decir nada, de ese chaval enfadado y rebelde, aunque siempre pensé que no era más que la máscara tras la cual se escondía una gran tristeza. Ahora te miro en las fotos y veo algo muy parecido a eso que llaman felicidad. Has sabido encontrar el camino porque has sabido darle un sentido a tu vida y mientras te levantes así cada día ten presente que seguirás cogiendo el timón y ahora, además, en muy buena compañía. Dicen que cuando uno es padre deja de ser hijo y crece de golpe. No dudo para nada que la paternidad te haya ayudado a hacerlo pero sé que ese día en el mirador ya empezaste a crecer. Me lo dijeron tus ojos.

Estoy enormemente orgullosa de ti y déjame que te diga de nuevo algo: Gracias.

Te deseo lo mejor.

Sònia Cervantes, Barcelona, agosto 2013

Datos del libro

  • Título: Mi camino aún no acaba
  • Autor: Julio Alberto Gomez Pescador
  • Nº de páginas: 78 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Lengua: Español
  • Publicado: 4 de septiembre de 2013

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