
Recuerdo el ansia de libertad que inquietaba mi juventud a la vez que encontraba en el alcohol la manera de canalizar la incipiente hombría y aventuras sin fin.
Recuerdo la bruma de esa época a la vez que destellos de claridad salpicaban mi mente adictiva con pensamientos tales como:
«¡Ya! Todo esto está muy bien pero no debo lastimarme demasiado porque si no, no podrás hacer aquello que quieres; aunque de momento no tengas ni puta idea de lo que quieres.»
Sabía que mis comportamientos adictivos impedían mi avance vital y que más pronto o más tarde debía abandonarlos. Me esforzaba por todos los medios posibles dejarlos. Los primeros éxitos de superación llegaban después de numerosos intentos frustrados y enconadas luchas internas. El desgaste era tremendo pero el beneficio inversamente proporcional.
A medida que los años pasaban y aprendía a observar mis incapacidades, los comportamientos adictivos quedaban al descubierto. Entonces la lucha con un enemigo concreto en campo abierto resultaba incluso, hasta motivadora y trascendental con apenas desgaste físico y mental.
Quizás madurez, quizás entendimiento, quizás práctica pero ganas la batalla antes de que ésta se produzca. Llega un momento que entiendes las incapacidades que alimentan mis adicciones. Gestionadas, solventadas y trascendidas las primeras, las segundas desaparecen naturalmente y sin esfuerzo.
Y ya son 11 años de digna sobriedad en plena libertad. En la medida que el «viaje interior» avanza el «viaje adictivo» remite.
Y así ha sido mi experiencia haciendo cierta la frase final del texto que a continuación extraigo del libro de Krishnananda:
DE LA CODEPENDENCIA A LA LIBERTAD
Cara a cara con el miedo
Mi comprensión de la adicción era antes muy unidimensional. Antes de hacer este trabajo, nunca se me ocurrió que gran parte de mi comportamiento estuviera basado en evitar los sentimientos más profundos de miedo o de dolor. Yo sabía que el uso de drogas era una adicción obvia, pero al empezar a observar con más detenimiento me di cuenta de que gran parte del comportamiento que habitualmente consideramos normal puede ser, de hecho, una forma sutil de adicción. Ahora se, por ejemplo, gran parte de mi vida social, mi obsesión por comer golosinas, juzgar a los demás y analizar eran en el fondo una forma de evitar mirar adentro, formas de llenar el tiempo y la cabeza para poder evitar el sentimiento. Con este trabajo comencé a hacerme más sensible a las formas en que yo diluía mi intensidad y perdía mi energía con la distracción. La conciencia de las heridas profundas de mi niño interior y de lo difícil que es acceder a ellas ha cambiado mi comprensión de gran parte de mi estilo de vida.
Todos tenemos nuestras adicciones, algunas veces somos conscientes de ellas, algunas veces no. Para poder realizar ese viaje a nuestra profundidad, antes o después tendremos que investigar y aceptar lo que estamos acostumbrados a hacer par evitar sentir lo que surge en nosotros en el momento preciso en que intentamos evitar sentir el miedo y el dolor. Me doy cuenta de que la adicción es una elección que yo hago, consciente o inconscientemente, para no darme cuenta, para no estar presente en ese preciso momento.
En términos del modelo que he presentado, nos sentimos inconscientemente atraídos hacia la adicción, para evitar entrar en la capa de la vulnerabilidad. Incluso a un nivel más profundo usamos la adicción en sus múltiples formas, para evitar sentir el vacío al que eventualmente todos tenemos que enfrentarnos. Visto bajo la luz del sendero de la meditación y la verdad, lo que evitamos no es sólo sentir el miedo y el dolor, sino sentir el agujero de vacío interior, la laguna entre la mente y la no-mente. La adicción es una distracción del miedo a sentir ese vacío.
Se ha escrito mucho sobre la adicción y la co-dependencia. De hecho, el trabajo de la co-dependencia surgió de investigar los motivos por los que la gente se hace adicta a ciertas sustancias. Mi enfoque en esto es descubrir el papel que juega en nuestro viaje hacia el interior, su relación con la meditación y como usar la meditación para curar la adicción. La adicción es parte de nuestra capa de protección, porque efectivamente impide nuestra entrada en la capa media. De hecho, opera justo en el límite entre la capa exterior y la media, entre la protección y el sentimiento. Actúa como una barrera energética para evitar que los miedos y el dolor salgan a la superficie desde nuestro inconsciente.
Según mi experiencia, lo que nos hace intentar evitarlo, no es tanto el dolor como el miedo de enfrentarnos con las heridas y el vacío interior. Es el miedo que tenemos que encontrar y pasar. Es el miedo a dejar de controlar. Mantenemos nuestra vida en un estado permanente de semi-adicción justo para evitar tener que enfrentarnos con el miedo. Nuestros participantes a menudo se sorprenden cuando les decimos que hábitos tan comunes como fumar, beber café y comer golosinas están motivados inconscientemente por el miedo a enfrentarnos a sentimientos de privación, vacío o desvalorización. Yo me sorprendí. La conexión entre nuestro comportamiento y los sentimientos que estamos bloqueando no es tan obvia, porque ya se nos ha hecho familiar y acostumbrada. Nuestros hábitos adjetivos se han convertido en una cortina de humo crónica entre nuestras mentes consciente e inconsciente.
Aunque intentemos evitar los sentimientos, la vida tiene sus formas de obligarnos a entrar en la capa de sentimientos. Si nos resistimos a lo que la vida intenta enseñarnos, las lecciones nos llegan de forma muy dolorosa. Cuando un amigo mío casi se mató en un accidente de moto, se dio cuenta de que necesitaba recapacitar de forma profunda sobre la forma en que estaba llevando su vida. Antes o después, esa parte profunda nuestra, nuestra conciencia superior, nos lleva a reconectar con nuestros sentimientos y nuestra energía. Nuestras adicciones son nuestro intento inconsciente de evitar que ese proceso inevitable tenga lugar. Al investigar con compasión y delicadeza nuestras adicciones podemos suavizar el golpe.
Al hacernos conscientes y comprenderlas podemos socavar su poder y atractivo, porque el deseo de autoconocimiento que llevamos dentro es más poderoso que nuestros miedos.
Adicciones grandes y sutiles
En algunos casos es fácil identificar cuáles son nuestras adicciones. Por ejemplo, con el abuso crónico de sustancias, es más fácil descubrir lo que hacemos para esconder los sentimientos que encontrar una manera de dejar de hacerlo. Pero las adicciones con que la mayoría de nosotros nos enfrentamos en nuestra vida diaria son las sutiles, todas esas pequeñas formas en que disipamos nuestra energía y nos impedimos el contacto con sentimientos interiores más profundos. Nuestra propia imagen, por ejemplo, está tan profundamente arraigada que normalmente nunca nos detenemos a observar cómo la usamos para evitar sentir nuestro dolor.
Todos ios comportamientos y actitudes a los que nos asimos para controlar, son los que componen nuestras adicciones sutiles. Cuanto más detalladamente observamos, más nos damos cuenta de que estos comportamientos y actitudes habituales son adictivos. Casi todo lo que hacemos, incluso meditar, puede convertirse en una forma más de evitar nuestros miedos más profundos y nuestro dolor, en lugar de invitarles a que surjan.
Nuestras adicciones están hechas a la medida de nuestro temperamento. Algunos podemos elegir las que se ingieren: Nos metemos comida, sustancias químicas, azúcar, etc. en el cuerpo intentando aliviar el dolor y la ansiedad que se crea cuando los sentimientos o la energía de la capa media empiezan a penetrar en nuestra protección y control y a molestarles.
Una forma predominante de adicción puede ser estructurar nuestro tiempo de forma obsesiva, de manera que nunca tengamos tiempo para sentir. A menos que los sentimientos sean muy poderosos, nuestra actividad incesante nos mantiene distraídos y los mantiene así enterrados. Podemos engañamos sobre nuestra importancia y la importancia de lo que hacemos: somos adictos al poder y al control. El poder es como una droga que nos mantiene alejados de nuestra vulnerabilidad. De forma parecida, podemos ser adictos a nuestra imagen refinada y socialmente gratificante.
Al observar de forma más profunda mis propios comportamientos adictivos descubrí que la velocidad siempre ha sido una adicción importante en mi vida: mantenerme ocupado, moverme velozmente, tener todo el tiempo lleno y cada día listas de cosas por hacer. Reducir la velocidad resultaba aterrador. La mayor parte de mi vida estuve demasiado ocupado y demasiado apresurado para detenerme a considerarlo como una adicción. La sociedad occidental es masivamente adicta a la velocidad. La mente occidental está enfocada hacia el progreso y los logros, hacia llegar a alguna parte. Podemos reforzar nuestra adicción a la velocidad con sustancias como el café y el azúcar pero los valores del éxito y el rendimiento que mantienen la mente enfocada en «hacer» más que en «ser» son más insidiosos que las sustancias que ingerimos para mantener las prisas.
Lo que identifica un comportamiento como adictivo, con adicciones sutiles, a menudo no es lo que hacemos sino cómo lo hacemos. Hace poco aprendí una nueva manera de hacer el amor, basada en usar este acto como forma de mantenerse conectado y compartir profundamente, quitándole importancia al orgasmo y poniéndola en compartir la experiencia momento a momento. Este enfoque me reveló cómo yo usaba sutilmente la energía de la sexualidad con mi pareja, como una especie de droga que me evitaba investigar y dejar al descubierto mis miedos más profundos a la intimidad o a la ineptitud. Al ir más allá de la adicción abría amplios y nuevos panoramas de intimidad a los que tenía miedo.
Sea cual sea la adicción que usamos, el común denominador es que evita que nos sintamos vulnerables. Huimos del momento, porque si nos mantuviésemos presentes nos veríamos obligados a enfrentarnos a nuestros miedos. Escuchar las charlas de mi maestro Osho cada noche, sigue ayudándome a sintonizar con una forma de vivir muy diferente de aquella que me enseñaron. Radicalmente diferente. Reducir la velocidad y sentir el momento es un proceso lento para cambiar mi condicionamiento occidental e integrar la meditación en mi vida. Esto sana gradualmente las adicciones. Yo creía en el pasado que, con suficiente disciplina, yo podía detener cualquier cosa, pero descubrí que la disciplina en sí misma era una de mis mayores adicciones.
La primera vez que fui a la India y conocí a mi maestro yo seguía una senda espiritual muy disciplinada, totalmente convencido de que si trabajaba lo suficiente lo conseguiría. Pero en lugar de aconsejarme que continuará esforzándome, me dijo que hiciera lo contrarío, que dejara todos mis esfuerzos y que me divirtiera. Mi disciplina era simplemente una manera de reforzar mi ego. Dios, me dijo, me encontraría a mí. Cuando oí eso, me cayó como una bomba. Me di cuenta de que estaba evitando la adicción con otra adicción. La disciplina sola no es una cura para la adicción.
¿Cómo curarnos de nuestras adicciones? ¿Cómo encontrar una forma moderada, pero a la vez comprometida, de vivir nuestra vida en la que ya no disipemos nuestra energía sino nos mantengamos centrados en el crecimiento? Para responder a esto creo que necesitamos observar más detenidamente de dónde provienen estos comportamientos adictivos.
El combustible de nuestras adicciones
¿Qué hay detrás de nuestras adicciones? ¿Por qué decidimos no ser conscientes de ellas?
1) La profundidad e intensidad de nuestros miedos inconscientes
Nuestros miedos son tan profundos y a menudo están tan escondidos, que tan sólo la idea de permitirles aflorar a la superficie puede ser suficiente para hacernos desear que todo esto se mantenga enterrado. Cuanto más aprendo sobre el niño interior, y particularmente sobre mi propio niño interior, más me doy cuenta de que nuestras heridas pueden ser tan aterradoras que algunas veces parece un milagro que lleguemos a encontrar el valor para trabajar con cualquiera de ellas. Las adicciones nos cobijan de nuestra ansiedad y dolor. No debemos presionarnos para hacer que ese material enterrado aflore a la superficie más rápido de lo que desee nuestro ser. Tenemos que enfrentamos a nosotros mismos con la mayor sensibilidad y paciencia. Nuestras adicciones son una de las formas principales en que mantenemos algo de control sobre lo que se nos viene encima. Nadie, excepto nosotros mismos, puede saber cuánto hemos de permitir que salga a la superficie.
Cuando por fin nos decidimos a dejar alguna forma de comportamiento adictivo, sin duda vamos a traer a la superficie sentimientos que habíamos reprimido. Vamos a traer el pánico de nuestro niño y el vacío interior. Tal vez no de inmediato, pero sí en algún momento antes o después. Al principio, estamos llenos de entusiasmo por haber tomado la decisión de dejar un comportamiento auto destructivo y podemos disfrutar de cierto período de gracia. Pero las verdaderas dificultades normalmente empiezan después de unas cuantas semanas.
He estado con muchos amigos que dejaron de fumar y sus momentos más difíciles vinieron cuando, después de unas cuantas semanas o incluso meses sufrieron un retroceso. Alguna experiencia hizo surgir su vergüenza o inseguridad, empezaron a aburrirse de “privarse» a sí mismos, o empezaron a sentirse demasiado rígidos y programados. Cualquiera de estas situaciones puede hacemos retroceder. Sin la adicción estamos mucho más sensibles. Nuestra vulnerabilidad está a flor de piel.
Pequeñas cosas a las que en el pasado posiblemente no les hubiéramos prestado atención, de pronto nos provocan un gran pánico. El pánico a menudo está disimulado por la irritación. Nos hacemos mucho más sensibles a la inconsciencia que nos rodea, a la violencia y a la insensibilidad. Así es fácil sentirse víctima y desear abandonar, o enfadarse con todo el mundo. Es doloroso dejar al descubierto nuestra vulnerabilidad. Tenemos que desear de corazón que salga.
Dado que nuestros miedos son tan intensos, yo no he encontrado una forma sencilla de tratar las adicciones. No existe una fórmula simple. Algunas veces lo más creativo y amoroso que podemos hacer por nosotros mismos es simplemente detenernos. Pero otras veces el enfoque más amoroso es no hacer nada más que observar nuestro comportamiento adictivo con la mayor conciencia posible.
Hace poco tuve una sesión con una mujer que sufría porque su ex-novio ya no estaba interesado en ella. Él era un poco ambiguo, pero decía que lo único que deseaba era mantener una amistad. Ella no podía aceptar que él ya no la deseaba como amante. Descendió a un espacio de víctima y le suplicaba su atención, que él le daba en pequeñas cantidades (supongo que muchos de nosotros nos hemos encontrado en esta situación en algún momento). Ella no podía evitar llamarle por teléfono frecuentemente y él siempre respondía rechazándola. Ella estaba cada vez más abatida y caía en la auto-crítica.
Perpetuar este comportamiento adictivo hacia él no le hacía ningún bien y de nada servía que ella se diera cuenta. Tenía que dejar de hacerlo. Al continuar con este comportamiento ella no se permitía a sí misma sentir el dolor. Su sufrimiento era parte de la adicción, no era una auténtica experiencia de dolor. Por el contrario, ella tenía que dejar de llamarle y sentir lo que fuera que ello le produjera.
No obstante, a menudo sólo con observar de forma consciente y continuar haciendo nuestro trabajo interno tenemos suficiente. Una amiga mía es una gran fumadora. Ella lo sabe, y también sabe que eso le está sirviendo de escudo para el terror que lleva dentro, pero no puede evitarlo. Para ella, en este momento de su vida, sería violento intentar dejarlo a través de la disciplina. Está haciendo un intenso trabajo consigo misma y muchos de sus terroríficos traumas de infancia están saliendo a la superficie. Con este tipo de compromiso con su crecimiento es muy probable que ella sola supere la adicción cuando esté preparada.
Dada la profundidad e intensidad de nuestros miedos, la curación de cualquier adicción puede de hecho comenzar cuando empezamos a aceptar que, a menos que descubramos las raíces profundas de nuestros comportamientos, no somos capaces de cambiar nada. Puede que no seamos capaces de cambiar de inmediato ninguno de nuestros comportamientos obsesivos, pero podemos empezar por sentir el dolor. La mujer del ejemplo anterior puede que no sea capaz de dejar de llamar a su ex-novio, pero cuando salga del comportamiento automático empezará a sentir el dolor de esa niña interior que está tan hambrienta de amor que se humilla a sí misma para conseguirlo. Recuerdo muchas veces que me he descubierto teniendo un comportamiento obsesivo y no he podido hacer otra cosa que simplemente aceptar mi incapacidad.
2) Vergüenza
Una segunda fuente de nuestras adicciones es la vergüenza. Es como si dentro tuviéramos dos poderosas fuerzas, una que lleva nuestra vergüenza y dice «¿Para qué molestarnos?» y otra que lleva nuestro buscador de la verdad que está diciendo «Sigue intentándolo». Sufrimos esa división. Una parte de nosotros sabe que es valioso perseverar, mantener el cuerpo sano, valorar nuestro tiempo, seguir un programa de crecimiento, mantenernos centrados y trabajar con nosotros mismos. Otra parte de nosotros quiere sentirse bien ahora y no desea mantener el compromiso ni el interés.
La vergüenza refuerza esa parte nuestra que no quiere el compromiso de crecer porque nos ha robado nuestro propio valor. Nuestra vergüenza, tal como hemos visto, provoca una falta de confianza en nosotros mismos y en la vida, que se asienta de manera profunda. Hasta que pude ver el valor de mantenerme con el momento, aunque me doliera, pensaba ¿Para qué molestarme? Hasta que le encontré algún valor a perseverar, incluso en los momentos de fracaso y desaliento, era mucho más fácil abandonar, alejarme o sabotearme a mí mismo. Sólo fue cuando empecé a nutrirme más, estando presente, que me sentí menos inclinado a las cosas que sólo me dan una gratificación inmediata.
Cuando somos amados y se nos enseña a confiar en nosotros mismos y en nuestras energías creativas se produce la perseverancia, se posterga la gratificación y se obtiene la habilidad para tolerar la frustración. Si todo eso se nos ha robado, perdemos un sentido básico de confianza y de enfoque.
Algunos de los mensajes más importantes que podemos recibir en nuestra niñez son:
1. Una parte valiosa de la vida la constituyen la profundidad de los sentimientos y el permitimos sentir el dolor emocional, porque nos proporcionan profundidad y sabiduría.
2. Nada de valor se obtiene sin esfuerzo y perseverancia y
3. La vida es preciosa, una oportunidad para ser creativos y dar y recibir amor.
Yo nunca aprendí el valor de sentir dolor; eso fue algo que tuve que aprender mucho más tarde, pero sí aprendí el valor de la perseverancia. Recuerdo que mi padre se pasaba horas practicando con su flauta y aprendiendo los idiomas de todos los países diferentes con los que trabajaba cuando yo era niño, y recuerdo a mi madre que pasaba horas en su estudio esculpiendo en enormes piezas de mármol. Entonces aprendí algo de enorme valor. También veía la vitalidad y el entusiasmo con que mis padres se enfrentaban a la vida y ellos me contagiaron esa energía. Sospecho que esas lecciones evitaron que cayera en adicciones graves, incluso en momentos de profunda desesperación.
3) La falta de apoyo para, el crecimiento y la meditación
Una de las necesidades del buscador espiritual es encontrar un entorno que le proporcione apoyo para el crecimiento. Aunque seamos muy disciplinados, no podemos hacerlo solos. Por este motivo la mayoría de los maestros espirituales han creado a su alrededor una comunidad que proporciona concentración, estructura y compromiso. Sin ese apoyo, perdemos la intensidad naturalmente y nuestro comportamiento adictivo sutil se vuelve a imponer. Un entorno centrado en el crecimiento espiritual y emocional le da significado a sentir el dolor y el vacío que surgen cuando se deja una adicción.
La sociedad y la cultura en que la mayoría de nosotros vivimos no sólo no nos ayuda en nuestro trabajo interior sino que lo dificulta. Nuestra alma y el alma de nuestra cultura están enfermas. Elegimos la distracción, saboteamos nuestra salud y nuestra energía con adicciones, porque hemos perdido el enfoque espiritual y, lo que es más, hemos perdido la confianza en el proceso espiritual. Si queremos pasar de la adicción a la conciencia, tenemos que sanar esa herida del alma. Sólo con cambiar de comportamiento no obtendremos más conciencia, y a menos que haya un cambio en nuestro nivel de conciencia tampoco durará. Si yo dejo de hacer algo porque me siento culpable o a través de la disciplina, con el tiempo recaeré.
Somos tan propensos a la adicción porque, para la mayoría de nosotros la cultura occidental ha perdido la comprensión de la disciplina suave y relajada del crecimiento espiritual. Hemos perdido la comprensión, que aún se conserva en algunas tradiciones espirituales de oriente, de que la vida es una oportunidad para entrar más profundamente en meditación, en un sendero espiritual y un proceso de aprendizaje de lecciones espirituales, algunas de las cuales son extremadamente difíciles y dolorosas. Dado que esta verdad no ha formado parte de nuestro condicionamiento, no vemos el valor de la lucha y el dolor. Me conmovió la descripción de Sogyam Rinpoche en su libro The Tibetan Book of Living and Dying, de un niño de seis años que espera pacientemente durante horas afuera de un monasterio al que quiere entrar, hasta que el maestro le llama.
Nuestra vergüenza nos hace buscar el bienestar temporal. Buscamos la experiencia momentánea de salir de nuestra vergüenza y nuestros miedos sin tener que pasar por el doloroso proceso de sanarlos. Nos hace buscar un atajo. Nos gustaría encontrarnos en nuestra autenticidad, energía y sentimientos, sin tener que pasar por la vergüenza y el miedo. Para conseguirlo echamos mano de cualquier tipo de comportamiento compulsivo o adictivo que nos haga sentir completos y vivos de nuevo, o nos hundimos en alguna distracción de la vida sin centro o intensidad en el crecimiento.
Cada uno tiene que descubrir su propia forma de encontrar apoyo para el crecimiento. Probablemente el mejor antídoto para la adicción sea simplemente encontrar el apoyo para llegar a absorbemos en nuestro crecimiento y nuestra búsqueda de la verdad. Por muy fuerte que sea nuestra compulsión de eludir, por muy fuerte que sea nuestra resignación interior y nuestra pereza, siempre nuestra búsqueda de la verdad es más fuerte. Estar absorbidos en nuestro proceso de trabajo interior es tal vez la cosa más nutritiva que podemos hacer por nosotros mismos. Nuestro ser empieza a murmurar, y luego, nuestro comportamiento adictivo empieza a decaer de forma natural. Genera su propio impulso. Ganamos en auto-respeto.
Encontrar la tensión adecuada para el arco
Hay una historia budista sobre un famoso arquero que fue a ver a Buda. Hacía su trabajo espiritual con gran intensidad, obligándose a soportar las más rigurosas austeridades hasta que llegó a un punto en el que estaba casi muerto por los ayunos y las privaciones. Buda observó todo esto pasar y finalmente le llamó. Le preguntó si podía recordar cómo tensaba el arco en sus días de arquero. El arquero le respondió a Buda que cuando tensaba el arco tenía que encontrar el punto justo, ni demasiado tenso ni demasiado suelto. Buda le miró y le dijo que debía hacer su trabajo espiritual de la misma manera, lo suficientemente tenso para mantenerse alerta pero con suficiente soltura para estar relajado. Tu arco, le dijo, está demasiado tenso.
Todos tenemos que aprender a tensar nuestro propio arco. Para algunos está demasiado suelto, tenemos tendencia a ser indulgentes con nosotros mismos y descuidados, para otros está demasiado tenso, somos demasiado disciplinados y serios. En el pasado, yo tenía mi arco demasiado tenso. Hacía mi trabajo de forma tan disciplinada y estructurada que el humor y la relajación hacían vacaciones cada vez más largas, y perder el sentido del humor es siempre un precio demasiado alto de pagar. Me pasé cinco años sin tomar nada de azúcar, ni beber café, té o alcohol. Pensaba que la energía sexual debía ser transformada en energías «superiores» e intentaba aprender todo tipo de técnicas para conseguirlo. Me pasé años haciendo horas de yoga y meditación, y pensaba que hacer cualquier otra cosa era una pérdida de tiempo. Esta actitud también alimentaba mi represión y mi rectitud y me mantenía en control.
Entonces reaccionaba al rigor y al control y me iba al extremo opuesto. Me declaraba en huelga como buscador y me permitía todas las cosas que antes {y después) había condenado de forma tan intensa. No había un camino intermedio, sólo un proceso continuo de ir rebotando adelante y atrás. Solo fue después de conocer a mí maestro que me di cuenta de que crecimiento quiere decir soltar. Lo que yo hacía era crear tensión. Yo era un adicto a la intensidad. Ya era hora de enfrentarme a los miedos y los sentimientos que mi adicción a la disciplina y la intensidad estaban encubriendo.
Identificar y trabajar con las adicciones
Al usar la meditación para trabajar con las adicciones no nos centramos en el comportamiento, sino en descubrir las raíces, no en cambiar nada sino en observar y sentir lo que hay debajo. Este planteamiento puede empezar por observar detenidamente todas las formas que tenemos de evitar el momento y evitar nuestros sentimientos más profundos. Investigarlo sin presión ni juicio. Estos patrones están profundamente arraigados y cubren heridas que nuestra mente consciente se niega rotundamente a abrir.
Una herramienta que usamos para aportar conciencia es darnos cuenta exactamente de qué hacemos para evadimos del momento. ¿Qué hacemos para aliviar los miedos? Y luego le aplicamos una conciencia suave y amorosa. ¿Qué estamos evitando ahora mismo? ¿Lo que estamos haciendo nos parece una forma de evitar algo o es algo creativo? Otra forma es dándonos cuenta de qué sucede cuando cierta situación desencadena nuestro miedo o dolor, tal como un rechazo, el estrés en la vida o una decepción de cualquier tipo. Todas esas veces nuestro comportamiento adictivo se pone en marcha. Otras veces puede que el desencadenante no sea tan obvio. Cuando nos hemos acostumbrado a nuestra adicción, la conexión entre el comportamiento y lo que estamos evitando puede no estar clara.
Otra forma de identificar una adicción es fijándote si te sientes «nutrido» después de hacerlo. Nos sentimos atraídos a ciertos comportamientos porque estamos buscando nutrirnos, pero en lugar de conseguirlo puede que, de hecho, sólo sea algo que nos aleje del momento y de nuestros sentimientos.
Cuando empecé a trabajar más profundamente con el dolor y el miedo subyacentes de mi niño interior, se me hizo más fácil darme cuenta de cuándo estaba bloqueando un sentimiento o energía. Empecé a hacerme ciertas preguntas siempre que me descubría inmerso en un comportamiento adictivo, ¿Había miedo, ansiedad e inseguridad? ¿Qué estaba necesitando mi niño interno en ese momento? ¿Cómo me nutría a mí mismo?.
Echamos mano de la adicción para nutrirnos a nosotros mismos. Esto puede llegar a ser muy fuerte cuando tenemos un «ataque de juicio interior» porque algún acontecimiento externo ha provocado nuestras críticas internas.
Parece ser que cada situación tiene que ser evaluada de forma individual y tenemos que preguntamos cuál es la forma más creativa de entrar en contacto con los sentimientos que hay en el fondo. A veces sí que tenemos que hacer algo, movernos físicamente, buscar la ayuda de un terapeuta, cambiar de lugar, lo que resulte apropiado. Otras veces, lo más creativo y mejor es no hacer nada, sino simplemente observar.
Todos tenemos nuestros comportamientos adictivos. Algunos son más dañinos para el cuerpo que otros, algunos son más fáciles de reconocer que otros. Esas adicciones que son socialmente aceptables o incluso recompensadas como el poder, el trabajo, el éxito, las posesiones materiales o una fachada atractiva, a menudo pueden ser las más difíciles de rastrear hasta la raíz. Pero estoy descubriendo lentamente que a medida que hago mi trabajo interno y entro más profundamente en meditación, comienza a hacerse mucho más gratificante y agradable para mí mantenerme presente y penetrar en mis sentimientos en lugar de evitarlos.
Según mi experiencia, ése es el momento en que las adicciones empiezan a desaparecer.
Capítulo íntegro referido a las adicciones extraído del libro: DE LA CODEPENDENCIA A LA LIBERTAD / CARA A CARA CON EL MIEDO” de Krishnananda.
Comprar el libro en Amazon | Descargar el libro en diferentes formatos Libros.Plus
Que buen artículo Samudra, deja claro muchos conceptos que algunas veces son difíciles de explicar o analizar como se hace en el texto, gracias por compartirlo.
Me gustaMe gusta
A ti Javier por apreciarlo 🙂
Desde mi experiencia te aseguro que la aventura que representa el Viaje Interior, supera muy mucho cualquier «viaje» producido por sustancias externas.
Salud, Sobriedad y Buen Viento.
1 abrazo
Me gustaMe gusta
Me ha impactado mucho este texto, me lo he imprimido, subrayado y leído ya unas cuantas veces. Mucho que pensar sobre ello… ¿Todo el libro es igual de interesante/impactante? No voy ahora muy sobrada de dinero y he buscado y no está a la venta en formato digital que suele resultar más económico así que me gustaría estar segura antes de comprarlo….
Me gustaMe gusta
Saludos @katatuka, …
DE LA CODEPENDENCIA A LA LIBERTAD (CARA A CARA CON EL MIEDO) proporciona una especie de»mapa de carreteras»con una guía y herramientas específicas para viajar desde la Codependencia al Amor y a la Meditación.
Y para que veas el alcance de la obra paso a enumerar los partes en las que se divide:
Capítulo 1. El miedo y la Conciencia del Niño Interior.
Capítulo 2. Usar el Amor para huir de nuestros miedos.
Capítulo 3. Las raíces del miedo.
Capítulo 4. Formas de protegernos y huir del miedo.
Capítulo 5. Trabajar con el miedo.
Capítulo 6. Relacionarnos más allá del miedo.
Te aseguro que el esfuerzo económico que representa la compra del libro esta compensado con creces con la lectura de cada una de sus paginas.
Consideralo una «inversión» y no un «gasto».
Éste es uno de mis libros de cabecera.
Palabra de Capitán 😉
1 abrazo
Aquí podrás descargarlo en diferentes formatos previo registro:
https://libros.plus/de-la-codependencia-a-la-libertad/
Me gustaMe gusta
Siendo así me lo voy a pedir en mi librería de confianza 🙂 Gracias!
Me gustaMe gusta